viernes, 19 de noviembre de 2010

Boquetes de Cádiz

Dice el diccionario de la RAE que un boquete es la entrada estrecha a un lugar. En Cádiz también hay quien usa el término para referirse al típico bareto carpetovetónico, chiquitito y barato. Sitios donde, si no temes las estrecheces, aún puedes tomarte un botellín por 70 céntimos de euro.
La decoración de estos establecimientos los hace únicos. Repasar sus estanterías suele ser un viaje a la España preconstitucional. Recortes de periódicos de hace más de 40 años, transistores de válvulas de vacío, muñequitas legionarias y otros objetos de igual corte ambientan los locales.


En Cádiz capital es frecuente la combinación de ultramarinos con una pequeña barra adosada. El mismo tendero que te vende la sardina en arenque te puede servir un vino. Estos establecimientos suelen estar regentados por montañeses. Por cierto, que el tema de la inmigración cántabra en el valle del Guadalquivir en general y en Cádiz en particular merecería un artículo aparte. Iniciada con el repoblamiento cristiano tras la Reconquista, siguió consolidándose con el paso de los siglos y tuvo una importante incidencia en la demografía de la zona.
Como punto de partida de una posible ruta de boquetes, hoy os traigo un ejemplo típico de estos locales mixtos. El chico que lo regenta es joven, probablemente la tercera o cuarta generación de propietarios. Además del negocio, heredó una colección de relojes, cámaras fotográficas y otros objetos antiguos.


Si pasáis por la zona, no dejéis de entrar a tomar un Gloria o un quinto. La experiencia puede ser, cuanto menos, curiosa.


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jueves, 4 de noviembre de 2010

Regreso al futuro

De un tiempo a esta parte tengo la desagradable sensación de vivir en el futuro. Como si fuera uno de esos personajes dickensianos que hacen viajes espirituales para poder encaminar sus vidas. Como si mi auténtico yo fuera el que vivió los años 90, y hubiese viajado al 2010 a ver qué tal le iba a ir en la vida.
No creo que la razón estribe en los adelantos tecnológicos de los que disfrutamos hoy en día. Salvo lo relacionado con las tecnologías de la información y las comunicaciones, el mundo en el que vivimos no se diferencia en gran cosa del de hace un par de décadas. Seguro que habrá quien discrepe, y tendrá sus razones; pero en lo esencial, y salvo que España ha ganado un mundial, poco nuevo bajo el sol. Los que hemos cambiado somos nosotros. Me refiero a mí mismo y a la gente de mi entorno. Por no hablar de los que se fueron para no volver.
El otro día reuní a buena parte de mi clase de la EGB. En mi colegio solo había una línea (una clase por curso), así que compartimos algunos hasta nueve años muy importantes en nuestras vidas. Ni que decir tiene que echamos un rato muy bueno. Por unas horas volvimos a ser como niños, recordando las trastadas que nos hacíamos los unos a los otros. Días más tarde, al ver las fotos que nos hicimos y compararlas con las de los años de colegio, volvió esa desagradable sensación.
Será que no estoy aceptando muy bien el devenir natural de las cosas. Quizás la crisis de los cuarenta, que me visita unos años antes de tiempo. Si alguien tiene la cura para esta alienación temporal, soy todo oídos. O una cura, o un DeLorean con condensador de flujo, claro está.